lunes, 31 de diciembre de 2012

Adiós a este 2012 con sabor agridulce... (CRYA entre líneas)

Haré balance... Y no sé si saldré ganando.

Este 2012 he descubierto tantas y tantas cosas...

He aprendido que el amor más inmenso que nunca imaginé se quedaba pequeño al ser madre.
Que, ahora sí, ya sé que es posible sentir que darías la vida por alguien.
Que lo material no es tan necesario... Que incluso pudre, asfixia, mata.
Que prefiero un beso sincero que un millón de palabras dichas por decir.
Que una mirada vale más que mil palabras, si es sincera, pura, transparente.

Este 2012 tiene sabor agridulce.

El mejor año de mi vida, sin duda, porque ha sido el primer año de mi niña.
Todas esas primeras veces, todo ese latir profundo, todo ese crecer sin freno.
Ese hacerme grande, encontrarme, conocerme al fin.
Ese placer solo por dar, esa plenitud, ese vivir.

Y ese sabor amargo...

Ese no poder disfrutar cada segundo, por culpa de la obligación.
Ese tener que luchar para arañar tiempo al tiempo.
Ese discutir con quien creí que jamás lo haría, por el motivo más insólito. Ese tener que hacer entender que mi hija está muy por encima de horarios y responsabilidades laborales, cuando resulta una obviedad.
Ese perderme minutos, algunas primeras  veces, sonrisas y besos.
Ese tener que partirme en trozos, para estar donde no quiero estar, solo por la obligación de eso tan material que aún nos esclaviza.
Ese querer dejarlo todo, y salir corriendo al lado de mi pequeña.
Solo porque sí. Porque así lo quiere mi corazón, porque así lo necesito.
Porque la vida es muy corta, a veces se va sin avisar... Y no habrá opción, entonces, de recuperar esas sonrisas perdidas, ni esas primeras veces, ni esos besos.

Y no habrá dinero que pueda ayudarnos entonces.

Ni discusión que lo mejore.

Habrá un momento en que nada tendrá sentido ya...

Y no quiero arrepentirme, cuando ya no sirva, de no haber estado.