miércoles, 8 de abril de 2015

Me completas


Sí, hay momentos en que metería la cabeza en la tierra, hasta que terminaran. Bien profundo, que nadie me viera, que no pudiera oír nada a mi alrededor, que se parara mi tiempo, pero siguiera el mundo. Como una de esas atracciones de feria que giran en un bucle infinito. Las mismas caras, el mismo paisaje, una y otra vez, el mismo ruido. Bajar de la rueda y volver a subir cuando haya pasado la tormenta. Como si nada. El mundo siguió girando. 

Hoy tengo una reunión en otra ciudad. He salido de casa a las seis, y, si no hay imprevistos, volveré a las 23h. Y estaré todo el día pensando en ti. 
No en cuánto me "realiza" esa reunión. No en todo lo que vamos a solucionar en esa cita "ineludible". 
Estaré pensando en cómo habrás despertado, en si preguntaste por mí. En cómo te quedas en el cole, en cómo va tu día, qué carita pondrás cuando no te recoja mami. Tu baño, tu cena, tu "buenas noches, te quiero" que no me darás a mí, el cuento que no voy a explicarte.

Es un día. "Solo un día", se apresuran a recordarme. Pero no entienden que un día sin ti es asfixia. Es vacío. Me faltas. 

Se supone que el cordón que nos unía se cortó en la sala de partos, pero yo sigo sintiéndote parte de mi cuerpo. Sigues siendo un trozo de mí, aunque cada vez más grande, más independiente, más tú. 
Y por eso me siento poco si no estás. Me siento manca, me siento coja, a medio gas. 
Por eso recobro las ganas, la fuerza, la sonrisa, cuando me reencuentro con tu abrazo. Es volver a ser una, volver a ser yo. Todo en orden, todo en su sitio, todo a punto.
Y por eso, tampoco importa demasiado si nos separamos seis horas o tres días, porque siempre me faltas, desde el minuto uno de la separación. 

No digo que siempre duela, porque aprendí a vivir con ello, porque te haces mayor y necesitas (pides) tu espacio. Doler, duele cuando se alarga en el tiempo. El resto es, simplemente, un agujero en el pecho con el que me acostumbré a vivir. 
Se llena en cuanto te tengo al lado, se vacía cuando nos alejamos. 

El día que naciste, justo en el momento en que oí tu llanto por primera vez, ya sentí que yo ya no era yo tal como había sido hasta ese momento. Recuerdo el pensamiento que cruzó mi mente: "ya. Ahora sí soy yo." Jamás me había sentido tan plena. Suelo decir que llegaste para llenar mi vida, lo que muchos tachan de mentira o exageración. Hoy he intentado explicarte con palabras (escritas, para hacerlas perpetuas) cuánta verdad se esconde en esa frase. 

Hoy hace 1243 días que tuve ese pensamiento. Y todos y cada uno de esos días he sentido lo mismo: yo soy yo porque estás tú. Me completas. Somos una, mi pequeña. Me duele tu llanto, me calma tu bienestar. 

Eso no significa, no me malinterpretes, mi niña, que vaya a impedir tu vuelo. Por supuesto que volaras un día, y ese hueco quedara en mí, pero seré feliz por haberte dado las alas. 

Solo espero haber sabido enseñarte el camino. 




lunes, 6 de abril de 2015

Desde mi cueva

Dice Carolina Cerezuela, presentadora de televisión y esposa de deportista de élite, que ha decidido "quedarse en la cueva a cuidar de sus crías". 
La felicito, por varias razones. 
La primera, porque puede permitírselo económicamente. 
La segunda, por haberlo dicho en voz alta, en un mundo machista en el que decir algo así puede suponer cavar su propia tumba. 

Igual que ella, yo también lo decidí, pero en mi caso era simplemente una utopía: económicamente inviable. Aún así, no he dejado de repetir, a quien me quiera escuchar, que mi sitio es estar con mi hija, que a mí lo que me hace sentir realizada es ser madre. Que es mi única ambición. 

Es un deseo por cumplir, un sueño inalcanzable, y me llueven críticas por todos lados. 
Que qué "maruja", que cómo voy a permitir ser una "mantenida", que qué machista, que me arrepentiré, que "se necesita salir y ser algo más que madre"... Y un largo etc. 
Estoy segura de que quien me lo dice lo siente de veras, que ellas (sí, casualmente todo son mujeres) sí necesitan un ascenso, un grupo de adultos donde hablar de temas "adultos", una salida nocturna, una cena de empresa. Yo no. No lo necesitaba, evidentemente, cuando me arrancaron literalmente a mi niña del pecho, aún no había cumplido los cinco meses. Y NO lo necesito ahora, tres años más tarde. 
¿No lo necesitaré nunca? Supongo que sí, que llegará un momento en que la naturaleza me invite a buscar satisfacciones complementarias. Pero ahora, no. 

¿Y si hubiera cumplido mi sueño? ¿Y si me hubiera podido permitir "quedarme en la cueva"? Pues si hubiese estado tres años "fuera del mercado laboral", ahora me sería increíblemente difícil encontrar un sitio donde no me miraran por encima del hombro. Donde entendieran que fue una decisión natural, que no soy menos trabajadora por ello, que todo son etapas, que querer ser madre de forma CONSCIENTE no significa que voy a faltar cada vez que mi niña tosa, o que no van a poder contar conmigo si surge un imprevisto, o que no voy a implicarme, que no voy a ser "productiva". 

Lo veo cada día. Mujer trabajadora, bien considerada en su empresa, se queda embarazada... Caras largas en los jefes. "Se acabó", se atreven a decir algunos. Como si fuera una consecuencia irremediable: mujer buena trabajadora se convierte en mala cuando es madre. Causa-efecto demoledor. 

(Ojo que también veo situaciones que me ponen los pelos de punta en algunas madres trabajadoras... "Aprovechar" su situación de madre para no cumplir cuando toca, o incluso "amenazar" con pedir reducción de jornada por guarda legal cuando algo no gusta, como si fuera un arma arrojadiza en lugar de un derecho del menor. 
Que no sé si son estas situaciones las que han contribuido a la "mala imagen" de la madre trabajadora, pero desde luego, ayudan más bien poco.) 

He soñado ser Carolina Cerezuela, quedarme en mi cueva, poder tener más crías y cuidarlas como manda la naturaleza. Sin más preocupaciones que pañales, teta, gateo. 
Sin más conversaciones que "qué poco duerme", "qué rápido se hace mayor", "mira cómo sonríe".
Sin más remuneración que sonrisas al despertar, carcajadas a media tarde y muchos tequiero antes de dormir. 
No he dejado de sonreír en mi sueño. No había sombras. Por fin me sentía realizada. 

¿Se encontrará Carolina con esas críticas? ¿Ser famosa le libra de ser juzgada o todo lo contrario? En cualquier caso, si me pongo en su lugar... Desde la tranquilidad de mi cueva, encajaría mucho mejor cualquier insulto.