martes, 29 de julio de 2014

"¿No puedes jugar conmigo para poder comprar juguetes?"

Intentaré explicártelo fácil para que me entiendas.

Has nacido en un país llamado España. Es un trozo de tierra, sí, pero a los adultos les gusta separar trozos de tierra, ponerles un nombre y asociarles un trozo de tela de colores (lo llaman bandera). Verás que a veces pelean por ello. No hagas caso, es sólo que olvidaron que no es más que un trozo de tierra. 

Pues bien, yo quería explicarte por qué mamá está triste a veces. 

En España tenemos hijos pero no podemos disfrutar de ellos. No podemos acompañarles en el crecimiento, no podemos llevarles o traerles de la escuela. No podemos jugar con ellos por la tarde. Muchas veces, no podemos ni contarles un cuento antes de dormir. 

Estos días me miras a los ojos con tristeza cuando te digo que tengo que ir a trabajar. Tú no sabes qué es eso, no puedes comprender la obligación (te aseguro que a menudo yo tampoco), y me preguntas "¿por qué?". 
No tengo respuesta, pequeña. Porque mi única respuesta es "para pagar el alquiler, para comprarte comida, juguetes, ropa...", y me parece una respuesta tan inútil, tan poco convincente, que no puedo dártela. Me pongo en tu cerebro "desnudo" de capitalismos y soy incapaz de entender que algo tan de primera necesidad conlleve esta penitencia de robarnos tiempo juntas. Tu cerebro "virgen" debe pensar que los adultos somos tontos o estamos locos. ¿Tantas horas fuera para eso? ¿Tantas pérdidas? ¿No puedes jugar conmigo para poder comprar juguetes? 

Sí, es de locos, cariño. ¡Y eso que tú y yo tenemos mucha suerte! Que al menos (de momento), puedo ir a recogerte a la escuela, puedo jugar contigo un ratito, bañarte y hasta acostarte. No puedo despertarte por la mañana, eso es cierto. Algo tenía que sacrificar. Pero no olvides que somos "afortunadas". Hay niños que no ven a sus madres en todo el día. Hay niños que sólo juegan con ellas el fin de semana, que los demás días apenas les llega un beso de buenas noches. 

España. Este es el país donde naciste. Aquí está bien visto pasar muchísimas horas sentados en una silla de despacho. Fíjate que no te digo trabajando, te digo "sentados". Dicen en otros trozos de tierra con nombre que somos poco productivos. ¡Sin duda! ¡Si nos pagan por "cumplir" horarios establecidos! El día que nos paguen por producir bien en poco tiempo, empezaremos a ser más productivos y más felices. "Hagan el trabajo en el tiempo que necesiten, después, váyanse a casa". Estoy convencida de que nos esforzaríamos el triple, los resultados serían infinitamente mejores. 
Pero yo no tengo ni siquiera voz, aquí sólo hay cuatro que deciden, el resto agachamos la cabeza. 

Me encantaría que cuando tú tuvieras que enfrentarte a esta situación, todo esto te suene a antiguo. 

Ojalá haya cambiado algo, ojalá te dejen disfrutar de tu vida, más allá de las horas de despacho. Ojalá no tengas que buscar respuesta a ese "¿por qué?" que ahora tú me preguntas.   

Y si todo sigue igual... Entonces acepta mi perdón. Quizá debimos irnos a otro trozo de tierra... 



lunes, 21 de julio de 2014

Sobrevivir. Sin agallas

Toda una vida caracterizada por no tener agallas para tomar decisiones trascendentes. 

35 años aceptando la vida como ha venido, puede que por miedo a que venga algo peor. 

Sin plantearme que hay otras opciones, que si no me arriesgo es imposible que gane, sobre todo cuando la baraja ya estaba mal repartida de antemano. 

Tantos años creyendo a pies juntillas que los sueños que no se cumplen es porque así debía ser, sin que se me pasara siquiera por la cabeza salir a por ellos, mirarlos de frente. 

Envuelta de miedos sin entender la necesidad de enfrentarme a ellos, plantarles cara, recordarles quién manda. 

Entonces viene alguien que te explica que ha tomado una decisión arriesgada, sin un as en la manga, por el simple hecho de no querer seguir diciendo amén a la vida. 
Puede irle bien... o mal, pero sin duda, nunca le quedará el sinsabor del "qué habría sido de mí si...". No le quedará el arrepentimiento de no atreverse a mover ficha. No tendrá que pensar en sus sueños, porque ha decidido salir en su búsqueda. 

Ellos le encontrarán. 

Y muero de envidia, no puedo negarlo. De envidia por no tener el mismo valor que ella, de pena por saber que yo sigo sin plantearme esa decisión -y ninguna que se le parezca-. De agobio porque con mi quietud estoy obligándome a seguir atrapada en una realidad que no siempre me gusta, viendo mis sueños pasar por encima de mí, diciendo adiós con la mano... Partiendo hacia un futuro del que yo misma no formo parte. 

Verlo desde fuera ayuda a saber que no hacer nada nunca es buena idea. 

Que la vida no "es así", que puede ser como queramos hacerla. 

Y quizá, sólo quizá, ese pensamiento ayude a dar un primer paso. Todas las decisiones empiezan con un primer paso. 

Como esa misma persona me ha dicho... "Cuando tengas claro el objetivo, sabrás cómo alcanzarlo". 

Quizá el primer paso sea definir al detalle el objetivo, creer en él y mirar adelante, seguro que él también lo está deseando... Al fin y al cabo, ¡yo decido mi sueño! 


domingo, 6 de julio de 2014

No tengo nada que ver contigo

Siento decirte que no tengo nada que ver contigo. Y lo peor de todo, es que no QUIERO tener nada que ver contigo. 

Tú, que crees que tu hijo es un objeto, una fiera que domar, un títere que manejar a tu imagen y semejanza. 

No, no tengo nada que ver contigo. 

Tú, que prefieres dejarle llorar desconsolado para poder descansar toda la noche (descansar tú, no él). 

Tú, que le hinchas a refrescos de dudoso origen con tal de que te deje tranquila.

Tú, que le llenas el plato de ketchup para que coma todo lo que TÚ crees que debe comer.

Tú, que estás deseando que acaben las vacaciones de verano (y no han hecho más que empezar), para "perder de vista" a tus hijos. 

Tú, que hablas a gritos, en esa norma inventada de cuanta más voz más razón. 

Tú, que vas al parque para poder charlar con tus "amigas", que tu hijo juegue solo, así "espabila" y "socializa". 

Tú, que pierdes los nervios, y gritas y castigas porque no eres capaz de empatizar. Y no te arrepientes después, porque "mano dura es lo que les hace falta". 

Tú, que jamás le hablas de valores porque ni te planteas que sea necesario. 

Tú, que compras el tiempo que no estás con ellos con regalos caros que jamás sabrán valorar. 

No perderé nunca el tiempo en juzgarte o decirte lo equivocada que estás. Mi tiempo es valioso y prefiero dedicarlo a mi hija. Pero no digas que no me afecta. Como tú eduques a tu hijo me afecta más de lo que crees. Sobre esto mi querida Cata supo plasmarlo magistralmente aquí


No me pidas que me mezcle contigo. 

Jamás tendremos nada que ver.