jueves, 24 de enero de 2013

Queridos jefes...

Queridos jefes:

No seré yo quien les dé lecciones (¡faltaría más!), pero me gustaría explicarles algo que hace un tiempo me ronda la cabeza, y que creo puede ayudarnos a todos.

¿Recuerdan que hubo un tiempo en que vivía enamorada de la empresa? (no les culpo si no recuerdan, somos tantos números...)

Pues sí, hubo un tiempo en que, como todo amor intenso, mi vida giró en torno a la organización que ustedes lideran. En pleno "enamoramiento", solo pude ver sus virtudes. Fui feliz, muy feliz, dándolo todo por ese amor (poco importaba que recibiera menos de lo que daba, ya se sabe, así es el amor).

Pasaron años, ese amor perduraba, si bien ya no tan ciego, pues el tiempo siempre deja ver algún defecto (el "enamoramiento ciego" del principio de toda relación no es eterno...)

Han pasado casi 13 años desde ese inicio de nuestro amor... Y sí, me temo que ha empezado el desamor.

Les escribo como parte implicada, para que sepan que mi intención es salvar esta relación.

Puede que se sorprendan, de todos es sabido que cuando una relación empieza a hacer aguas siempre hay una de las partes que no se da cuenta.

Les expondré mis razones, ojalá puedan comprender...

Hace 14 meses, alguien más apareció en mi vida, trastocando todos mis planes, dando una vuelta a mis cimientos, ocupándolo todo.

Entiendo que ante la llegada de un tercero, ustedes puedan sentirse (re)celosos. Aunque a ustedes sigo teniéndoles afecto... Mi vida ya gira por completo alrededor de esa pequeña vida de 14 meses, de grandes ojos oscuros y sonrisa eterna.

Lo que quisiera hacerles entender, queridos jefes, es que, aunque es cierto que mi amor más puro es para ella, aún tengo cariño muy sincero para seguir siendo muy leal a mi trabajo. Les juro que puedo repartir lealtades.

Mi problema es que ustedes ya no creen en mí, piensan que ese amor me ha cambiado, que el día del parto se esfumó toda mi preparación, mi dedicación, mi esfuerzo, mi coherencia, mi ya comentada lealtad.

Es cierto que les pedí un tiempo para ese otro amor, y de ahí viene su desconfianza (puedo comprenderles, no están acostumbrados a compartirme).

Les diré una cosa que puede hacer tambalear los cimientos de su cultura empresarial: la productividad YA no se mide por el tiempo presencial.

Como puedo adivinar su asombro, intentaré explicarme.

Y se lo explicaré con mi ejemplo, al fin y al cabo, soy parte protagonista en esta relación.

Cuando soy feliz, soy mucho más productiva. Trabajo mucho más, me implico mucho más, resuelvo mucho más.
Y soy feliz si puedo dedicar el tiempo suficiente (justo el que les he pedido) a ese otro amor reciente que me invade el corazón.
Si tengo ese tiempo, el otro tiempo, el que estoy con ustedes, sabré aprovecharlo al máximo (en eso empiezo a ser experta, déjenme demostrarlo).

Si noto su recelo, si sé que desconfían, si me ponen mala cara o entramos en discusiones, el tiempo que paso con ustedes carecerá de calidad (que no suene a amenaza, por favor, no me malinterpreten, solo pretendo que entiendan...).

Soy consciente de que ustedes estuvieron educados en la omnipresencia. Y que no es que quieran desconfiar de mí sin más, es solo que así les enseñaron, así han actuado siempre ("si quieres ser valorad@, te debes a la empresa").
Sienten que compartir el amor es una aberración, ustedes aman de forma exclusiva.

Ustedes no tienen tiempo para sus familias, porque creen que "es lo que toca", que hay que sacrificarse si "quieres ser algo en esta vida", que cuanto más tiempo dediquen a la empresa, mejor valorados estarán.

Siento decirles que por esa convicción, precisamente, es por lo que ustedes jamás sonríen.

Vamos a intentarlo, queridos jefes, hagan un esfuerzo.

Confíen en mí.

Sí, les dedicaré menos tiempo, pero de más calidad.

Salvemos esto. Trece años son muchos años para tirarlo todo por la borda.

Atentamente,

 Su leal empleada y feliz madre.

viernes, 18 de enero de 2013

¿Guarderías?

Me resulta imposible no llamarlo "guardería". A pesar de los vanos intentos por convencerme del eufemismo "escuela infantil".

Siento que "te guardo" allí. Y no porque quiera (te prometo que si tuviera opción no lo haría), sino porque no me queda más remedio.

Te llevo por la mañana, más temprano de lo que estás acostumbrada. Sales feliz a la calle, ¡cómo te gusta pasear!, ignorando a dónde vamos.
Después de una semana, parece que empiezas a conocer el trayecto y, a medida que nos acercamos, tu bella sonrisa va desapareciendo.
No puedes imaginar cómo me duele. Y allí te dejo, en manos de una "desconocida", llorando como jamás lo has hecho en tus 14 meses de vida, y me voy con el alma hecha añicos.

Durante estos 14 meses, papi y  yo hemos intentado evitarte cualquier tipo de llanto. Solo queremos que sonrías, que disfrutes la vida día a día, minuto a minuto, que recuerdes, cuando seas suficientemente mayor para recordar, esta infancia con la mejor de las sonrisas.

Y ahora, por pura obligación, somos nosotros mismos quienes te provocamos ese llanto desconsolado.

Intuyo que no entiendes nada, que ves cómo te dejamos rápidamente con esa chica (que sí, es simpática y sonríe, ¡pero no la conoces!) y salimos corriendo (casi literalmente).

¿Qué pasa entonces en tu cabecita? Seguramente, que desaparecemos para siempre. Eres demasiado pequeña para entender que solo nos vamos una hora. Demasiado bebé para comprender eso que tantas veces te repetimos ("ahora vas al cole solo un ratito, enseguida viene mami o papi a recogerte").

Pensar que te sientes abandonada hace que se me encoja el alma.

De nada sirven los "consejos" de familia y amigos:

- "Se acostumbrará, ya verás, solo es cuestión de tiempo..." (lo sé, lo sé, el problema es que YO no quiero que "se acostumbre" a conformarse)

- "La guarde les va muy bien, ya verás, aprenden mucho, "se socializan" (también aprende a mi lado, y pregunta si  quieres a quienes nos cruzamos en nuestros paseos si esa pequeñaja de ojos risueños que agita la mano con euforia al verles no es "sociable")

- "Así tienes más tiempo para ti" (¿cuándo entenderéis que yo soy porque ella existe? ¿que NO QUIERO más tiempo del que paso a su lado?)

- "Después será más fácil la adaptación al cole" (cuando vaya al cole tendrá 3 años, creo que entonces entenderá bastante mejor los tiempos y las ausencias. Además, odio ese empeño de los adultos por adelantar etapas. Los bebés son bebés, ¡ya tendrán tiempo para todo!)

En fin, que la sensación de abandono la tengo también yo, y el sentimiento de culpa, pues no creo para nada que tú lo necesites, está claro que la única que lo "necesita" soy yo (para que tú puedas vivir en condiciones, yo tengo que ir a trabajar).

Y aún deberíamos sentirnos "afortunadas". Haciendo filigranas, hemos conseguido retrasar este momento hasta ahora, los 14 meses. Los que mandan pretendían que "te guardara" a los 4.

Y luego dicen por ahí que ofrecer "ayudas" para las guarderías favorece la conciliación.

En fin...