jueves, 31 de agosto de 2017

Nos han robado el verano




Nos han robado el verano

Los nervios.
Las prisas.
La incertidumbre.
El intento de establecer rutinas.
Los momentos sola.
Los enfados innecesarios.
El calorazo.
La falta de alternativas.
Mis miedos.
Tus cabezonadas.
Los imprevistos.
Mi desmemoria.
Los agobios sin sentido.
Mis prioridades erróneas.
Las pantallas.
Mis inquietudes. 
La falta de tiempo. 

Podría seguir hasta el infinito, y no quiero culparme más.
Sí, se nos ha esfumado el verano. 
Nos lo han robado. 
Tu último verano de etapa infantil. 
En unos días te llevaré de la mano de vuelta al cole. 
¡Qué ganas tienes de cambiar de edificio! Me miras y me dices, muy segura, que ya puedes ir en sandalias, porque eres mayor y ya no juegas en patio de arena. 
Que a partir de ahora entras sola a clase. Que lo harás todo sola.
Que eres mayor. 
Casi seis, ¡qué barbaridad! 
Y yo lloro en silencio, porque no quiero empañar tu emoción con mi culpa. 
Claro que eres mayor, mi niña. Cada día más mayor. No sé si la llegada del enano ha tenido algo que ver en esa aceleración de crecimiento... O tocaba de todos modos. 

Eres mayor y muero de miedo, porque quiero protegerte del mundo, y no debo. 
Eres mayor y me miras a los ojos cuando me cuentas secretos. 
Eres mayor y tratas de pegarme sustos, pero acaban en carcajadas.
Eres mayor y soy yo la que empequeñece a tu lado. 
Porque sé que cada minuto que pasa te alejas un poquito. 
Porque este camino hacia la edad adulta se me antoja cada vez más difícil de allanar. 
Porque sé que no debo quitarte las piedras, y me sorprendo echándolas bien lejos. 

Eres mayor y el tiempo se nos escapa entre los dedos de las manos... 

Te pido perdón, cariño, por no haberte permitido saborear este verano como mereces. 
Te pido perdón por las prisas, los agobios innecesarios, los momentos sola. 
Te pido perdón y me prometo que no volverá a ocurrir. Me lo prometo a mí misma, porque no quiero fallarme. 

Te acompañaré ese primer día de clase, mi vida. Como todas las primeras veces, hasta que me lo permitas. 
Y estaré presente de verdad. 
Pararé mi cabeza, te viviré como mereces. Volveré a ser yo, mi pequeña. 
Te prometo que volveré.
Prométeme tú que no dejarás de avanzar, a pesar de mis miedos.  




domingo, 20 de agosto de 2017

Antinatural

¿Cómo se consigue mantener una lactancia a demanda cuando debes incorporarte a trabajar 16 semanas después de parir?

¿Cómo se va a calmar mi bebé cuando yo esté ausente nueve horas al día?

¿Quién va a explicarle que no dispone de mi calor?

¿Se calmará? Por supuesto que lo hará. No le quedará otra opción. Incluso se acostumbrará a ese plástico frío que pretende sustituirme.

Pero eso no significa que esté bien. Ni él, ni yo, ni el hecho de sentirnos obligados a esto.

Separarte de tu bebé tan pronto es antinatural.
Separar a tu bebé de su fuente de alimento, calor y amor es, sencillamente, aberrante.

Y no me vengan con que el biberón es lo mismo.
No me vengan con la historia de la socialización.
No me jodan con jardines de infancia. Es una jodida guardería.

Porque no nos queda más remedio.
Porque tengo que pagar alquiler, recibos, comida. Aunque una cuarta parte de mi salario vaya a esa guardería.

Permitidme hoy los tacos, estoy asquerosamente triste e indignada.

Con este país y sus leyes, que parece no darse cuenta de que esos bebés que hoy privamos de afecto son el futuro, los futuros adultos que harán que dicho país prospere, o no.


Indignada conmigo misma, por no haber sido capaz de encontrar la manera de alargar ese tiempo con él, con mi bebé. 
Él no pidió venir, no pidió estar en esta familia, en esta casa, con estas necesidades. 
Nadie le dijo que tendría que acostumbrarse a plásticos sucedáneos de pecho y manos desconocidas que tratarán de calmar su ansia de madre. 
Muy enfadada conmigo, porque sabía que esto pasaría y, aún así, decidí traerle, sin haber solucionado primero mi asquerosa jornada laboral. 


Llegaré a las seis de la tarde, intentaré compensar. 


Como si hubiera compensación posible... 







sábado, 4 de febrero de 2017

Mi vida de calidad eres TÚ.

Mi calidad de vida eres tú.

No importa qué leas o escuches de otras madres. Créeme, mi calidad de vida es el tiempo que paso contigo.

Calidad de vida es que me mires con esos ojitos ya sonrientes al despertar.

Calidad de vida es saber que estás para recibirme con un abrazo.

Calidad de vida es ver cómo te vas convirtiendo en una maravillosa personita, educada, combativa, con las ideas tan claras.

Calidad de vida es dormir acunada por tu respiración.

Calidad de vida es responder a tus preguntas, cada vez más frecuentes y más difíciles. Incluso reconocer que no lo sé, y buscar juntas la solución. Eso es calidad de vida.

Puede que te sorprenda tanto como a mí escuchar lo que algunas madres dicen de sus hijos.
Quizá ellas no decidieron de forma consciente tenerlos.
Quizá solo "tocaba" por tiempo y espacio. Quizá no entienden aún la fascinante aventura de acompañar el viaje de una nueva vida.
Quizá solo estén deprimidas porque de repente se han dado cuenta del vértigo que eso supone.

Tengo fe en que se les pasará. En que sabrán ver en los ojos de sus hijos la grandeza que suponen. Que cuando pase la tormenta verán en ellos la calma.

Porque tener un hijo no supone perder, muy al contrario.
Ganamos vida.
Ganamos la oportunidad de ver desde la pureza más virgen.
Ganamos esa capacidad de dar y recibir un amor incondicional que, de otra forma, es absolutamente imposible.

Si alguna vez lo dudas, cariño, relee estas letras.
JAMÁS, ni una sola vez, me he arrepentido de traerte al mundo.
JAMÁS, ni un solo momento, he echado de menos la vida antes de ti.
Porque yo sí siento que me completas.
Yo sí siento que la maternidad es lo ÚNICO en esta vida que me hace sentir realizada.

Oirás que tengo una visión "edulcorada" de la maternidad. Y sentirás, quizá, que esa expresión pretende menospreciar mi sentimiento.
No importa, mi niña. Prefiero edulcorar la vida, ya lo sabes.

Es verdad que al leer a esas mamis me duele un poquito el corazón, quizá porque siento la injusticia de quien no ha podido disfrutar de la maternidad, ya sea por no haber podido concebir vida tras demasiados intentos o porque la vida se les rompió mucho antes de poder vivir a sus hijos, aunque les hubiera encantado (como es el caso de mi mami, la abuelita que está en el cielo).

Quizá me duele escucharlas porque pienso en qué sentirían sus hijos al conocer ese sentimiento. Porque pienso también en que inevitablemente se lo transmitirán tarde o temprano, de una forma u otra, directa o indirectamente, y no puedo imaginar mayor dolor que percibir rechazo por parte de la persona que te dio vida.

No te escribo todo esto para que las ataques, ¡solo faltaría! Ojalá la vida les muestre el lado bonito algún día.

Solo necesito recordarte, también por aquí, que te amo como nunca amé a nadie en el mundo.
Que mi mundo gira a tu alrededor, todos y cada uno de los momentos.
Que no imagino la vida sin haberte tenido cerca.
Que viniste a llenarme de color, a darle sentido.

Que mi calidad de vida, mi vida de calidad real eres TÚ.