sábado, 11 de julio de 2015

Vamos a sonreír por encima de sus gritos

Quiero vivir en un mundo de abrazos. De caricias por encima de la mesa. 

Un mundo de palabras dulces, de miradas infinitas. De sonrisas sinceras, de hablar bajito. 

Un mundo donde nadie molesta a nadie, donde cada uno se preocupa de ser mejor que él mismo, mirando al otro solo para aprender. 

Un mundo sin odio, sin insultos, sin castigos. Donde el amor sea el aire a respirar. 

Vamos a hacer ese mundo, pequeña, que nadie nos diga que no podemos. 

Vamos a sonreír por encima de sus gritos. 

Vamos a abrazarnos hasta el infinito. 

Vamos a mirar afuera para saber qué no necesitamos. Para copiar lo que nos nutre, huir de lo que nos mina.

Vamos a dar los buenos días, las buenas noches, las gracias y los perdón. 

Vamos a tratarnos bien, a nosotras mismas, obviamente, pero sobre todo a los que no saben que se puede. Ellos son quienes más lo necesitan. Aprendieron a vivir en el grito, en el insulto, en el maltrato, en el dolor.
Yo tampoco sé por qué siguieron en él una vez descubrieron que dolía. No sé por qué no abrieron los ojos, no sé por qué no se plantearon que su mundo también podía cambiarse. 
El caso es que no lo hicieron, y repiten el modelo una y otra vez, perpetuando el caos, el dolor, las vidas rotas. 

¿Podemos ayudarles? Yo también me lo pregunto. Y creo que la respuesta es no. 

Por mucha voluntad que pongas, mi vida, nadie podrá ser ayudado si no quiere. No podrás abrir los ojos a quien los cierra a cal y canto. Porque el parpadeo es un acto voluntario, al contrario de lo que siempre se creyó. Cada uno decide cuándo abrir los ojos, cuándo volver a cerrarlos, cuándo dejar de mirar. 

Por eso podemos centrarnos en que nuestro mundo sea como nosotras queremos. 

Tengo la esperanza de que, aunque de forma fortuita, en uno de esos "abrir de ojos" sepan vernos, empaparse de nuestra felicidad, de nuestra armonía, e intuyan, al menos, que desde aquí es más fácil ser feliz.

Que prueben el poder de la sonrisa, para que les cambie su brillo. 

Que huelan nuestra libertad, para así librarse de sus cadenas. 

Que quieran ser tan felices que les cueste asimilar.

Que se miren a los ojos, que abracen el sufrimiento, que dialoguen, que acaricien sus heridas, que vivan sin tapujos. 

Hay quien nos llama ilusos, fantasiosos, hasta utópicos. No veas en esas palabras ánimo de ofensa. Me gusta escucharlas, acéptalas tú también de buen grado. 

Fíjate que sin la ilusión, la fantasía o la utopía no podríamos perseguir ningún sueño. 

Y nuestro mundo está lleno de ellos. 

Sueña, pequeña.

Sonríe, baila, canta, abraza, acaricia hasta con las palabras. 

Vive.