lunes, 29 de abril de 2013

Madre ausente

Se acerca el día de la madre... Y madre no hay más que una... Hasta cuando dura poco.

Hoy voy a felicitar a mi madre. Hace ya demasiados años que se fue, pero sigue estando conmigo. Sé que suena tópico, pero en mi caso es cierto. Supongo que fue un mecanismo de defensa que inventó mi mente de 13 años... Pero la siento conmigo siempre.

Cuando alguien me pregunta si "lo he superado", siempre digo lo mismo: esas pérdidas no se "superan" jamás, aprendes a vivir con ello, simplemente.

Siempre que he necesitado apoyo, he "hablado" con ella al acostarme. Le he pedido consuelo, protección, hasta ayuda en exámenes. Le he dado las gracias por protegerme desde allá donde esté, porque sé seguro que lo hace.

Cuando me suceden cosas terribles, hechos dolorosos, también hablo con ella. No le culpo, le agradezco también, porque doy por hecho que es ella quien me pone esos "obstáculos", para que aprenda la lección, para que salga de ello mucho más fuerte...

Tan fuerte como fue ella. Siempre sola, siempre enferma... Con una hija adolescente que le daba más disgustos que alegrías, a pesar de ser la más consciente de que sus fuerzas se apagaban...
Con otros dos hijos, demasiado pequeños para comprender, para ayudar, para hablar...
Con un "ex" que jamás le pasó el dinero que le correspondía pasar. Un ex que, además, la ofendía siempre que podía...

Aún así, jamás escuché de su boca un insulto hacia el hombre que nos engendró. Ella siempre mantuvo la compostura, siempre. Incluso cuando ya no le quedaban fuerzas ni para cogerme la mano.

Se despidió en silencio, se fue sin hacer ruido, creo que no quería ser más molestia...

Se fue, pero en mí quedó. Aunque las sombras no se fueran jamás de mí tampoco. El dolor de su pérdida me acompañó siempre, por mucho que intenté esconderlo.

Ahora que soy madre pienso en ella más que nunca. Qué difícil debió ser... Qué duro, qué mal lo tuvo que pasar.

Sola y en una cama, mientras sus hijos crecían... Y ni siquiera podían disfrutar una tarde de juegos con ella.

Intento pensar que el destino le tenía preparado algo mejor.

Prefiero pensar que me está viendo, me da igual si desde el cielo o desde otra dimensión. Pero me ve y se siente orgullosa.

Orgullosa porque el único objetivo en mi vida es disfrutar de mi hija, darle lo mejor y hacerle feliz. Sé que eso es justo lo que ella esperaría de mí.

También estará orgullosa porque saqué mi carrera y tengo un trabajo más o menos estable. Pero sé que su orgullo es que me ve sonreír todos los días.

Su orgullo es mi felicidad, igual que el mío es la felicidad de mi niña.

Es curioso cómo cambia la percepción de tu madre en cuanto te conviertes en una.

Ahora te admiro mucho más, mami. Gracias por enseñarme lo mejor, en unos pocos años físicos, pero todos los demás también...

Te quiero, mamá. Feliz día.

lunes, 15 de abril de 2013

Mi bebé ya no es bebé

Un día cualquiera llegas con un bebé a casa. Y desde ese momento, empiezas a olvidar cómo eras antes de ese bebé, cómo era esa casa, cómo era la vida...

Lo mejor es que ni siquiera quieres saber cómo era esa vida "antes de".

A veces te preguntas cómo pudiste vivir tanto tiempo sin esa vida chiquitita que inunda tu alma. Pero te lo preguntas porque no entiendes que antes pudieras ser feliz.

Y todo empieza a oler a bebé. Todo sabe a bebé. Todo es bebé.

Le miras y lloras, intentas que sea cuando nadie te ve, ¿entenderán que solo lloras de felicidad? ¿Que ahora, por fin, te sientes plena?

Empieza a importarte bien poco esa talla de más que se niega a abandonarte. O no ir a ese cine que tanto te gustaba.

Olvidas qué te hacía feliz antes de tu bebé. Incluso te planteas si alguna vez lo fuiste, porque no recuerdas en tu pasado ni una sola emoción parecida.

Sin darte cuenta pasa ese día, y los siguientes... Empieza a mirarte con amor, se le escapa una sonrisa, un gorgojeo... Y tú mueres de amor en cada uno de sus gestos. Sigues sin entender qué hacías antes de ella.

Evoluciona... Obviaré aquí la fase en que vuelves al trabajo y sientes que te arrancan, literalmente, un trocito de ti. Este es un texto feliz... Puede que en otro momento...

Pasa el tiempo, ella avanza, parece decir palabrejas (que evidentemente solo tú comprendes), te dice "mama" mirándote a los ojos y te deshaces. Ella, que lo sabe, no para de decir "mama". Para todo. Y tú, lejos de agobiarte, mueres de orgullo en cada "mama".

Juega, ríe, empieza a descubrir ese mundo al que le has traído sin avisar... Y tú lo descubres con ella. Impresionante.

El tiempo va pasando, los logros, las risas, las miradas, los besos...

Y, de repente, da un pasito sola.

Se acabó, ya no hay bebé.

Sientes una punzada en el corazón cuando notas que no te necesita para coger un juguete, o acercarse a ti en la cocina.

Sí, es hermoso, tu bebé crece feliz. Pero, a la vez, te come la nostalgia.
Lloras otra vez. Pasó ese bebé al que arropabas, adiós a tantos momentos...
Vienen otros, de acuerdo, sigue encandilándote, ¡le adoras! Pero necesitas despedirte de ese bebé... para disfrutar del todo, y como merece, a esa niña que sigue llenando tus días.

Aquí estoy, despidiéndome de mi bebé, dando la bienvenida a la pequeñaja terremoto en que se ha convertido.

No es bueno vivir en el pasado, y el presente tiene tantas cosas por disfrutar...

Ya no eres un bebé, pequeña, pero sigues llenando mi vida, dando luz a mis días, inundando mi alma.

Eso sí será eterno.

lunes, 8 de abril de 2013

Desnudándome

Sé que te cuesta entender mi forma de crianza. No sabes por qué motivo mi hija ha invadido todos los rincones de mi alma.
He intentado explicarlo algunas veces, pero ni siquiera para eso dedico demasiado tiempo. Mi tiempo, TODO mi tiempo, es para ella.
A veces dices que no me olvide de mí, que "los hijos crecen rápido y qué harás entonces...".
Qué haré entonces... Quizá no arrepentirme de habérmelo perdido. Quizá dar gracias por haber vivido esos momentos que jamás volverán.

Pero vayamos por partes. Hoy me apetece explicarte algo más de mí. No es ninguna excusa, puede que ni siquiera tenga lógica... Pero tal vez, solo tal vez, después de leer esto seas un poco más capaz de entender...

¿Tú recuerdas cuando eras niño? Yo no.

Borré casi todos los recuerdos. Ni siquiera sé si lo hice consciente o inconscientemente. Simplemente, no están.

Bueno, para ser sinceros, alguna sensación sí ha quedado.
Puedo resumírtelo en pocas líneas...

No recuerdo qué es un padre. Jamás lo tuve. Sí, un par de veces nos visitó en domingo, para invitarnos a un refresco. A la tercera dije que no me apetecía, que prefería estar con mis amigos (creo recordar que tenía unos diez años...). Nunca más le vi. Y, aunque te cueste creerlo, jamás le eché de menos. No puedes añorar lo que no conoces.

Recuerdo una madre siempre enferma a la que yo misma hacía las curas, hasta que se fue, a mis trece años.

Recuerdo crecer al lado de una abuela, siempre demasiado mayor y demasiado triste para repartir juegos, abrazos o besos.

Recuerdo dos hermanos con los que jamás compartí mucho más que algún reproche... Y con los que hoy ni siquiera reproches me apetece compartir.

Puedo resumirlo aún más. Recuerdo una infancia en soledad.

Siempre fui una niña seria. Luego me convertí en adolescente responsable, estudié una carrera que pagué con mi propio sueldo, me licencié con mucho esfuerzo y algo de orgullo... Pero no recuerdo haber sonreído mucho.
Me crucé por el camino con dos hombres demasiado parecidos a aquel padre ausente. Muchas veces pienso que yo misma los busqué, o los atraje, qué sé yo...
Sufrí, seguí sufriendo... Hasta que llegó ÉL (así, con mayúsculas) y sentenció aquel NUNCA LLUEVE ETERNAMENTE. El resto de la historia lo conoces ya... La sonrisa no ha desaparecido de mi cara desde entonces. Hace que el sol brille cada día, todos y cada uno de mis días. Y, además, me ha regalado lo mejor de mi vida: mi niña.

Si una cosa tuve siempre clara es que un hijo solo debe tenerse desde el amor más profundo y la unión más sincera.
Un niño no pide venir al mundo, lo decidimos nosotros, con todas las consecuencias. Por tanto, nos debemos a él. Su felicidad debería ser nuestro único objetivo.
Un niño no debe sentirse solo JAMÁS.
Todos los besos, los abrazos, las risas, los te quiero... Son vitales para un niño.

Todo mi tiempo, mis esfuerzos, mis energías... Todo está destinado a ella. Nunca voy a permitir que se sienta sola.
Eché de menos los besos, las caricias, los juegos, los te quiero. Es cierto que la vida no me dio opción, pero esta vez es diferente, esta vez sí tengo la opción, yo no hago más aprovecharla. Escuché a mi instinto, tan sabio... Y solo me dejo llevar...

¿Entiendes un poquito mejor?
En realidad tampoco importa demasiado... Simplemente, no me compadezcas, no me juzgues. Hazme solo ese favor.