jueves, 23 de octubre de 2014

Quizá no has entendido nada...

Dices que "dejo a mi hija hacer lo que ella quiere". Y, con eso, veo que no has entendido nada, que me lees a veces (creo), pero sigues sin comprender.  Que me oyes cuando te explico, pero pocas veces me escuchas. Que no he sabido hacerme entender. 
Me duele tanto que pienses así, que voy a intentar explicarte realmente qué es lo que hago. 

No es que me deje arrastrar por los deseos de mi hija, solo es que SOY CONSCIENTE  del peso que tiene mi forma de relacionarme con ella en su futuro como adulta. 

Ella siempre está en el centro de mi vida. Me pienso mil veces las palabras, los actos, sus consecuencias... Mi meta es ser su ejemplo.

Si es que, al final, creo que la diferencia más grande entre tú y yo es que tú ves al niño como un tirano que hay que conducir al buen camino para que no te "tome el pelo", y yo lo veo como un ser humano, con sus sentimientos, pensamientos, manías... Al que me gustaría dar herramientas que le guíen, para que sea un adulto sereno y capaz de resolver sus problemas por sí mismo. 

Lo que tú llamas ceder, yo lo llamo negociar. Cuando acepto su propuesta de ropa, comida o lo que sea (sobra decir que jamás se acepta una propuesta peligrosa), le estoy enseñando que su opinión cuenta. Que tiene que luchar por lo que piensa, aunque no siempre gane. Que no es menos que nadie, pero tampoco más. 
Le estoy enseñando que tiene voz y voto, que sus gustos tienen que ser respetados, que tiene que aprender a decirlos en voz alta. No a imponerlos, solo proponer sin miedo. 

No podrás negarme que aprender a negociar es una muy valiosa herramienta, que le ayudará en todos los ámbitos en su vida adulta. 

Me gusta abrazarle fuerte cuando más llora, incluso cuando no entiendo por qué lo hace. Sí, tú quizá le llamas rabietas. Yo veo que mi hija sufre, se frustra por algo que no es capaz de comprender, por mucho que yo desde mis ojos de adulta lo vea clarísimo. La abrazo fuerte, le pregunto qué siente y cómo podemos solucionarlo. Las pocas veces que ha sucedido, lo hemos arreglado en segundos. Sin más dramas. Ella sabe que estaré incluso cuando no la entienda. Sabe que mi abrazo no se lo negaré jamás. A todo esto tú lo llamas "tomarme el pelo". Son distintas formas de verlo... Pero mi corazón me grita que vamos por buen camino. 

Sí, el NO se escucha en casa. No tantas veces como a la gente que piensa como tú le gustaría. Pero se escucha. Cuando aprendemos modales ("los pies no pueden subirse a la mesa mientras comemos"), cuando evitamos peligros ("mejor no trepes por el sofá, podrías caerte"), cuando aprendemos convivencia ("ahora no puedes cantar tan alto, es de noche y los vecinos duermen"...). Los otros NO, esos que se dicen por inercia, esos NO que se repiten sin ton ni son, esos tratamos de evitarlos. Como adulto, sabes que empezar muchas frases por NO hacen que seamos más negativos... Quizá con los niños ocurra exactamente lo mismo (¿por qué nos empeñamos en verlos como "seres" distintos a nosotros?). 

Me gusta explicarle mis motivos cuando me enfado, estoy triste o lloro. No suelo esconderle emociones, es más, me esfuerzo por ponerles nombre. ¡Lo que nos cuesta a los adultos hacerlo! Quizá si les enseñamos desde niños... Solo quizá... 

No creo en el castigo, en ninguna de sus formas. A mí jamás me enseñó nada un castigo. Nada bueno, al menos. Quizá sí me enseñó que cuando más comprensión necesitaba, se me dejaba sola. ¿Eso quiere decir que no le digo nada cuando hace algo incorrecto? Por supuesto que no. Me agacho, para ponerme a la altura de sus ojos, y aprovecho para decirle qué consecuencias tiene eso que ha hecho, cómo me hace sentir, y por qué no debería volver a hacerlo. Seria, firme, pero sin un grito. Tampoco los veo necesarios. Quizá porque yo misma odio que me griten. 

No, en su cole no van con taparrabos ni se mueven con lianas. En su cole les respetan. Les enseñan valores, además de los conocimientos clave. Aprenden a convivir, a relacionarse, forjan su personalidad, con fuerza, para que sea capaz, en el futuro, de enfrentarse a lo que venga. Para ello, despiertan su interés a través del juego, de las risas, de su curiosidad innata. Lo que aprendemos jugando lo guardamos para siempre en nuestra mente... Creo que estarás de acuerdo conmigo, al menos en eso. 

Es verdad, mi hija duerme con nosotros siempre que quiere (ojo! No cuando yo quiero, sino cuando ELLA quiere). Y, aunque sé que tú conoces muchos adolescentes con problemas, que con 15 años no quieren despegarse de la cama de mami... Te juro que yo no conozco ni uno. Mi hija sabe perfectamente que tiene su espacio, su habitación preciosa, con su cama "de mayor", como ella la llama. Tiene temporadas en las que quiere dormir ahí, y otras que prefiere el calor de mami. Hay veces en que la veo unas 2h en todo el día... No seré yo quien la culpe de necesitar mami. Ni quien se lo niegue para que "no se acostumbre", evidentemente. 
Pocos adultos disfrutan durmiendo solos. Estoy segura de que en un día duro buscas el abrazo cálido de tu marido al caer la noche... No veo tantas diferencias...

Todo puede resumirse en una máxima que me descubrió mi querida Let, y que se ha convertido en el eje principal de nuestro día a día: 

"NUNCA LE HAGO A MI HIJA ALGO QUE NO LE HARÍA A UN ADULTO".

Si tú lloras, te consolaré. 
Si te equivocas, te perdonaré. 
Si no te apetece comer ese guiso estupendo que acabo de hacerte, no te obligaré. 
Si decides vestir con una camisa amarilla y un pantalón verde, no seré yo quien juzgue tu gusto. 

Pon un millón más de ejemplos... Y todos te llevarán a lo mismo: TE RESPETO. Soy consciente de que eres un ser diferente a mí, ni mejor ni peor, y acepto esas diferencias, buscando el encuentro. Porque quiero lo mejor para mí, para ti, para las dos. 

Eso, exactamente eso, es lo que hago. No te lo permito todo, hay límites lógicos que nos ayudan a convivir, a aprender, a crecer. 

Se trata solo de eso. Respetar al otro. Sea adulto o niño. 

Igual lo que "siempre se ha hecho" no es lo mejor... O sí, no lo sé.
Pero dame permiso al menos para ponerlo en duda, sin juzgarme... 


9 comentarios:

  1. Preciosa reflexión Carol! Ojalá más de uno o una la entendiese. Sin respeto para mi nada posible y sigo sin entender porque en este tema hay gente que tiene cero patatero. Yo no me meto en como lo hace el resto... Aprendes a vivir con ello, no dejando que te afecte pero... Con lo fácil que es entenderlo, ciesta creer que no lo entiendan, ¿verdad? Muchos besos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Fíjate que yo también pensaba que era fácil de entender... Y cada día que pasa, más consciente soy de mi error. Quien piensa que estoy equivocada, jamás entenderá mis motivos. Entre otras cosas, porque no le apetece. Todos creemos que nuestra verdad es la única válida... Y ese es nuestro mayor error.
      Yo intento no juzgar, es cierto, hasta que veo un niño sufrir, llorar sin ser atendido... Ahí no puedo evitar pensar qué tipo de sangre corre por las venas del que le ignora.
      En fin, es el debate eterno... Tienes razón, hay que aprender a vivir con ello sin que afecte demasiado.
      Un millón de gracias por pasarte y comentar, a pesar de mi "desatención" en las redes. Eres un sol

      Eliminar
  2. Nada más que poder añadir. Increíble! Si con este magnífico post siguen sin entender...
    Las cosas siempre se pueden hacer de manera distinta. Yo he elegido un camino, quizás diferente a la "norma". Se que todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero quizá si perdemos el miedo a que "se suban a la chepa" y simplemente les tratemos como una persona, de igual a igual, el mundo fuese mejor...
    Me ha encantado leerte una vez más! Y como me gustaría tenerte físicamente cerca :)
    Un abrazo!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que has dado en la clave, querida. Tratarles de igual a igual. Respetarles como merecen, como respetamos, generalmente, al adulto. Eso es lo que cuesta que entienda el que no nos entiende.
      Tengo mucha suerte, sin embargo, de tener "cerca" gente como tú, que sí respeta, siempre, y a todos.
      Muaaaaaa

      Eliminar
  3. Nada más que poder añadir. Increíble! Si con este magnífico post siguen sin entender...
    Las cosas siempre se pueden hacer de manera distinta. Yo he elegido un camino, quizás diferente a la "norma". Se que todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero quizá si perdemos el miedo a que "se suban a la chepa" y simplemente les tratemos como una persona, de igual a igual, el mundo fuese mejor...
    Me ha encantado leerte una vez más! Y como me gustaría tenerte físicamente cerca :)
    Un abrazo!!!

    ResponderEliminar
  4. Una vez más Carol, solo puedo añadirte. Me miro en ti para intentarlo, porque muchas veces me escucho repitiendo ese NO por inercia, ese que pone límites absurdos y que no deja libertad a mi genial Ojazos, tan explorador que papá siempre está temiendo que se abra la cabeza. Leí un post una vez (jo, no recuerdo de quien, vaya) que decía que quien escribía no quería hijos obedientes y me he dado cuenta de que yo tampoco quiero un hijo obediente, quiero un hijo responsable, generoso, alegre, feliz, que tenga una buena base porque sea lo que aprenda en casa. Ser consciente de eso lleva a escoger un proceso no siempre fácil, en el que se sufre en muchas ocasiones, un camino en el que hay que recordar muchas veces por qué tomaste esa elección. Es mucho más fácil gritar, asustar a tus hijos, que se metan en una esquina y no molesten. Yo no quiero un hijo que se asuste de mí.
    Gracias por tu reflexión. El que no quiera entenderte, que no te "compre".
    Un besote enorme mi princesa linda.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo recordar ese post... ¿De Maternidad Continuum quizá? Yo tampoco lo quiero para mi hija, por supuesto. ¿Cómo podría pedirle después, cuando crezca, que luche por sus sueños? ¿Cómo le digo que se rebele ante las injusticias si no le permito rebelarse ante mí?
      Discrepo en que lo fácil es gritarle o castigarle... Desde mi punto de vista, eso sería lo terriblemente difícil, faltarle el respeto. No me sale, no puedo siquiera soportar que otros lo hagan...
      Gracias por pasarte y comentar. Y perdón por mi dejadez...

      Eliminar
  5. Sigo tu blog desde que lo descubrí por casualidad, y he leido y releido cada uno de tus post, TODOS ME APORTAN Y TODOS ME EMOCIONAN por igual. Este ultimo, me ha trasladado a mi realidad diaria, a la que vivo con mi marido y ante el que tengo que justificar cada uno de los pasos que doy con mi pequeño, sintiéndome fiscalizada como si del jefe de la tribu se tratara. Poco a poco va entendiendo y sobre todo admitiendo, que no me equivoco, el niño nos da razones suficientes para ver que lo estoy (estamos) haciendo bien. Aunque por momentos los desencuentros con mi marido hayan conseguido desmoronarme, lo que ha exigido un plus de energía que mi propio hijo me proporciona, en este momento vamos enderezando el rumbo, y remamos en la misma dirección. Eso sí, yo daré mil paladas mientras el mire hacia atras. No importa, seguiremos remando. GRACIAS por tus reflexiones. Me ayudan en el quehacer diario de ser madre. Un placer leerte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me encantaría saber quién eres, poder darte las gracias por tus palabras... Tu comentario me da fuerzas para seguir publicando (porque escribir, siempre, aunque sea solo para mí).
      No soy capaz de imaginar lo que estás pasando, cuando el crítico es tu propio marido... Te admiro por saber "lidiar" con algo tan complicado. Como bien dices, tu propio niño le demostrará que vais por buen camino. Cuando tu marido vea a su pequeño crecer feliz, seguro de sí mismo, imparable... Entonces será menos reacio, y le oirás decir "tenías razón" (aunque ese no sea el objetivo, por supuesto). Si hay amor, sabréis cuál es el punto de encuentro, acercaréis posturas, y todo te parecerá un poco más fácil, porque acompañado, todo se digiere mejor.
      Mucho ánimo, ten confianza en lo que haces. El respeto y el amor profundo jamás dieron malos resultados...
      Y gracias otra vez, por leerme y sobre todo, por tus palabras de aliento. Gracias

      Eliminar